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Tengo una mota de polvo en las gafas. Es demasiado pequeña para impedir la visión pero, a la vez, lo suficientemente inmensa como para estropearla. He parado de estudiar unos minutos, un alto en el camino demasiado bajo y corto, pero un alto al fin. Recuerdo que después de mucho tiempo sin escribir nada que no fueran análisis, soluciones a casos o artículos de leyes, teclee, durante un instante, sin metas, sin prefijaciones, sin guión. Tecleé sin más, lo que mis dedos querían. Y fíjate que no digo yo, sino mis dedos. Creo que ellos tienen una vida antes y después de la mía, con su propia memoria histórica, con sus propios demonios y leyendas. Ellos guardan en las líneas digitales los tiempos pasados de caricias olvidadas, o no. Ellos custodian secretos que nadie conoce, misterios donde yo misma no intervengo y dilemas en los que no soy siquiera invitada. Poseen una voluntad férrea seguramente heredada de mí, y algo de coherencia que debería contagiárseme. aunque no puedo negar que compartimos ese puntito de locura que, a veces, asoma temerario en mi retina. Lo noto en la punta de los dedos; de mi retina a mis dedos, y me obliga a actuar, a cerrar puertas o abrir ventanas, a bajarme los pantalones como a abrocharme, aún más, el cinturón - que no de castidad-. Es entonces, en esos momentos mágicos y deseables "De no hacer nada productivo", en los que puedo estar sentada en cualquier lugar sin importancia, cuando ellos empiezan a enrocarse en mis tirabuzones, rítmicamente, constante, casi maniáticos. Y el tirabuzón se ensortija más, una espiral de pelo como un resorte, que cuando la sueltas, sale disparada hacia arriba. Los que me conocen suelen decir: "uffff..... Qué estarás pensando" Pero no preguntan, sólo afirman una posibilidad que dicha así, no parece buena.
Sólo mis dedos lo saben. Sólo mis dedos.
#Chica #50 #Santa Cruz de Tenerife #España
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